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Rev Clin Med Fam. Vol. 8. Núm. 1 - 01 de febrero 2015
Originales
Violencia intrafamiliar y factores de riesgo en mujeres afrodescendientes de la ciudad de Cartagena

 

 

 

Shyrley Díaz Cárdenasa, Katherine Margarita Arrieta Vergarab y
Farith González Martínez
c.

 

 

Facultad de Odontología. Universidad de Cartagena de Indias (Colombia).

 

aOdontóloga, Magister en Salud Pública, especialista en Salud Familiar y Gerencia en Salud.

bOdontóloga, Magíster en Salud Pública, especialista en Gerencia en Salud.

cOdontólogo, Magister en Salud Pública, especialista en Investigación Social.

 

Correspondencia: Shyrley Díaz Cárdenas. Facultad de Odontología. Universidad de Cartagena (Colombia)

Correo electrónico: shyrley77@hotmail.com

 

Recibido el 10 de octubre de 2014.

Aceptado para su publicación el 19 de enero de 2015.

 


RESUMEN

 

Objetivo:  Estimar la asociación entre violencia intrafamiliar y factores de riesgo en mujeres afrodescendientes de la ciudad de Cartagena.

Diseño: Estudio transversal.

Emplazamiento: Comunidad Rural de Tierra Baja, Cartagena de Indias, Colombia.

Participantes: 220 mujeres, seleccionadas a conveniencia.

Métodos: Se indagó por factores sociodemográficos, presencia de violencia y abuso, y su severidad (cuestionario de abuso Norvold [NorAQ]), causas de actos violentos durante el último mes, factores de riesgo relacionados (antecedentes de violencia, roles, consumo de alcohol, falta de recreación, funcionalidad familiar [Apgar Familiar]). Los datos fueron analizados a partir de proporciones y la asociación se obtuvo por razones de disparidad y regresión logística nominal.

Resultados: El 20,4 % (IC95 % 15,1-25,7) de las mujeres  manifiestan ser víctimas de violencia, en su mayoría de abuso emocional, siendo el esposo el principal agresor; el 66,4 % no denunciaron los casos por miedo y los celos son la principal causa que la desencadenó. En el análisis multivariado, el modelo que mejor explica la presencia de violencia hacia la mujer corresponde a los siguientes factores: estado civil, falta de recreación y consumo de alcohol (p=0,0001).

Conclusiones: Las mujeres de Tierra Baja sufren de violencia, posiblemente por falta de oportunidades de recreación y consumo de alcohol de su pareja, lo que no garantiza el bienestar biopsicosocial de sus familias.

 

PALABRAS CLAVE: Mujeres. Violencia familiar. Riesgo. Medicina familiar y comunitaria.

 


ABSTRACT

 

Domestic violence and risk factors in women of African descent of the city of Cartagena

 

Objective: To estimate the association between family violence and risk factors in afro descendent women from the city of Cartagena.

Study design: Cross-Sectional Study.

Location: Tierra Baja Rural Community, Cartagena de Indias, Colombia.

Participants: 220 women selected by convenience sample.

Methods: The factors investigated included sociodemographic factors, presence of violence and abuse and its severity (Norvold abuse questionnaire [NorAQ]), causes of violence during the last month, related risk factors (history of violence, roles, alcohol consumption, lack of recreation, family functioning [Family Apgar]). Data were described using proportions, and the association was obtained with odds ratios by nominal logistic regression.

Results: 20.4 % (95 % CI 15.1-25.7) of women report being victims of violence, mostly emotional abuse, being the husband the primary aggressor; 66, 4 % did not report cases for fear, and jealousy is the main trigger. In the multivariate analysis, the model that best explains the presence of violence against women corresponds to the following factors: marital status, lack of recreation and alcohol consumption (p = 0.0001).

Conclusions: Women from Tierra Baja suffer violence, possibly due to lack of opportunities for recreation and to their partner's alcohol abuse, which does not guarantee the biopsychosocial welfare of their families.

 

KEY WORDS: Women. Family violence. Risk. Family and community medicine.

 


INTRODUCCIÓN

 

La violencia contra la mujer es un problema de salud pública en nuestra sociedad1; ha estado presente desde los primeros vestigios en la historia evolutiva del hombre, penetrando en las diferentes formaciones económicas y sociales2,3. Se observa en todas las sociedades del mundo, sin distinción de posición económica, raza o cultura, habiéndose llegado a considerar como parte de una cultura y, en cierto modo, “aceptándose” como un integrante más en algunos núcleos familiares. Por lo tanto, la violencia machista puede ser considerada un problema mundial, histórico y estructural4.

 

Las Naciones Unidas definen la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada"1. El 35 % de las mujeres del mundo han sido víctimas de violencia física y/o sexual por parte de su pareja o de personas distintas a ésta, siendo este un elevado porcentaje de la población femenina mundial5. En Colombia, se conjuga un clima de violencia y discriminación contra la mujer, bajo el contexto de conflicto armado que la acentúa; el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses revela en los seis primeros meses del año 2013, 514 mujeres víctimas de homicidio, reportándose como principal causa la violencia de pareja, con 12048 mujeres víctimas, seguido de los delitos sexuales6. En Cartagena, según el Centro del Observatorio y del Delito COSED, en el primer trimestre del año 2013 se denunciaron 458 casos de violencia, de los cuales el maltrato a la pareja representa más del 63 % del total de casos denunciados7.

 

La violencia hacia la mujer es un suceso complejo, multifactorial; uno de ellos es la permanencia de unas estructuras jerárquicas patriarcales que reproducen una cultura donde las mujeres son vistas como personas “maltratables” y no tenidas en cuenta para la toma de decisiones4. Prueba de ello es que las reiterativas violaciones a los derechos de las mujeres se desarrollan tanto en tiempos de paz como en tiempos de conflicto armado, atendiendo a diversos contextos y a imaginarios culturales similares, que limitan y atentan contra la libertad femenina y el desarrollo de sus capacidades4. Muchas mujeres se involucran en este fenómeno por diversos factores, como la baja escolaridad, lo que genera menos oportunidades laborales y dependencia económica de sus esposos, disfuncionalidad familiar, baja autoestima, experiencia previa de violencia en la familia de origen y en la del compañero, uso de alcohol y drogas, rigidez y sobrecarga de roles en la familia, entre otros8.

 

También el factor cultural influye en la aparición de la violencia9. En la familia se reproducen relaciones de poder donde se desarrollan sutiles formas de violencia10. De acuerdo al funcionamiento del poder, en la esfera privada existen jerarquías asumidas socialmente como “naturales”, que se legitiman de manera permanente mediante el monopolio de la violencia como principal aliado11. Además, se destaca que “dentro de la pirámide familiar, las víctimas del ejercicio del poder a través de medios violentos son principalmente las mujeres, las niñas y los niños”11. En los países de América Latina aún sigue siendo común que se fundan las relaciones intrafamiliares en el sometimiento de las mujeres y los niños al poder masculino12.

 

Las consecuencias de la violencia contra las mujeres son muy amplias e influyen en todos los aspectos de su vida, su salud y la de sus hijos y se extienden, además, al conjunto de la sociedad13. El impacto de la violencia sobre la salud mental de las mujeres presenta consecuencias devastadoras, como elevada incidencia de tensión nerviosa, ataques de pánico, trastornos del sueño, alcoholismo, abuso de drogas, baja autoestima, trastorno por estrés postraumático y depresión14. Esta situación se convierte en un factor de riesgo para su propia salud, la de sus hijos y su familia, impidiendo el buen funcionamiento familiar y el crecimiento de cada uno de sus integrantes.

 

A pesar de ser la violencia hacia la mujer un hecho tan común y constatado, son pocos los estudios a nivel local y nacional que investigan este problema, por eso el objetivo de este estudio es estimar la asociación entre la violencia intrafamiliar y factores de riesgo en mujeres afro descendientes de Tierra Baja, de la Ciudad de Cartagena, beneficiarias de un programa de promoción y prevención en salud bucal de la Facultad de Odontología de la Universidad de Cartagena, que integralmente busca  proteger los núcleos familiares de los niños, favorecidos también de estos programas ofertados a la comunidad, y principales víctimas de este proceso social.

 

 

MATERIAL Y MÉTODOS

 

Estudio de corte transversal realizado en una población de referencia de 300 mujeres de la vereda de Tierra Baja, del corregimiento Boquilla, de la ciudad de Cartagena de Indias, Colombia, en el segundo semestre 2013. Se trata de beneficiarias de las prácticas comunitarias de salud bucal de la Facultad de Odontología de la Universidad de Cartagena. Se incluyeron todas las  mujeres nacidas en la comunidad (afro descendientes) con relación conyugal vigente o pasada y que aceptaran participar en el estudio, teniendo en cuenta las disposiciones éticas soportados por la normativa internacional (Declaración de Helsinki y modificación de Edimburgo 2000) y la nacional para Colombia (Resolución 8430, de 1993, del Ministerio de la Salud). Se excluyeron a mujeres con discapacidad física o mental para cumplimentar el cuestionario. En el presente estudio participaron 220 mujeres en total.

 

Se aplicó un cuestionario de auto-informe, anónimo, que contenía 76 preguntas de selección dicotómicas y politómicas, con única respuesta, diseñado desde la teoría y evaluada su validez de apariencia por tres jueces expertos, teniendo en cuenta su pertinencia, suficiencia de las categorías, plausibilidad, semántica, sintaxis y ordenamiento de los ítems. La validación del instrumento se puso a prueba en un pilotaje, con un grupo de mujeres con características similares y la persona que entregó los cuestionarios (una mujer facilitadora de la participación) fue entrenada, quien garantizó el anonimato y confidencialidad de la información a través del uso de una urna sellada. El cuestionario contenía la siguiente información: características socio-demográficas (edad, escolaridad, estado civil, ocupación, ingresos socioeconómicos), percepción de sufrir violencia y tipos de abusos experimentados en el último mes. Se utilizó para esto último el Cuestionario de Abuso Norvold (NorAQ), el cual fue diseñado en Suiza por Katarina15, y dada su buena fiabilidad test-retest con valores desde 0,81 y estandarización en cuanto a la evaluación de los diferentes tipos de abuso, se realizó en este estudio la adaptación cultural evaluada dentro del contexto, a través de dos pruebas piloto, midiéndose la confiabilidad-estabilidad test-retest en 100 mujeres con características similares a la del estudio, con resultados de 0,73. Este instrumento consta de 13 preguntas divididas en cuatro tipos de maltrato: emocional o psicológico (gritos, ofensas, humillaciones, amenazas), físico (lanzar objetos, empujones, sacudidas, bofetadas), sexual y abuso en los servicios de salud15. El contenido de las preguntas varía desde abuso leve a grave, lo que permite una clasificación aproximada de la gravedad de cualquier acto abusivo. Las mujeres que reportaron sufrir más de un tipo específico de abuso eran clasificadas de acuerdo con el acto abusivo más grave. El abuso emocional, físico y sexual, y el abuso en la sistema de atención de la salud se define como haber contestado sí a uno o varios de las tres / cuatro preguntas sobre cada tipo de abuso en NorAQ. Si una mujer había sufrido abuso, seguía respondiendo a las preguntas más detalladas; por ejemplo, quién fue el autor del abuso, cuando ocurrió el abuso y si alguna vez le había dicho a alguien sobre lo que pasó. Para evaluar el “sufrimiento actual “se midió una escala de 11 puntos (0 = sin dolor, 10 = sufre terriblemente). El cuestionario se cierra con preguntas generales sobre abuso, como nunca haber denunciado a la policía o el temor a ser víctima de abuso en el futuro.

 

También se indagó por conocimientos, actitudes, prácticas y mitos en torno al manejo de la violencia contra la mujer, y  factores de riesgo, como antecedentes de violencia, roles, consumo de alcohol, dependencia económica, problemas conyugales, comunicación con la pareja, funcionalidad familiar y soporte de amigos; estos dos últimos evaluados a través del Apgar Familiar16. Este último consta de cinco preguntas tipo Lickert que se puntúan de 0 a 4 (“siempre” 4 puntos, “casi siempre” 3 puntos, “algunas veces” 2 puntos, “casi nunca” 1 punto, “nunca” 0); los resultados pueden variar entre 0 y 20 puntos, puntuaciones entre 18 y 20 sugieren funcionalidad familiar, e inferiores a 18, disfuncionalidad familiar. Esta escala, traducida y validada en castellano, tiene validez de constructo y la validez factorial, presenta una consistencia interna de 0,81 y la confiabilidad prueba-reprueba de 0,8116.

 

El análisis de la información se realizó con el programa para Windows STATA 12.0 ®. Los datos fueron analizados a partir de estadística descriptiva (medias, desviaciones estándar, frecuencias absolutas y relativas). Se estimaron por proporciones la ocurrencia de violencia hacia la mujer, así como el abuso y severidad del abuso. Como variables explicatorias se determinaron los conocimientos, actitudes y prácticas y otros factores considerados como de riesgo. Para las asociaciones, se utilizaron razones de disparidad (Odds Ratio), con estimadores ajustados por análisis múltiple e intervalos de confianza del 95 %. A nivel mutivariable se utilizó regresión logística nominal, con inclusión en los modelos de los factores que mostraron probabilidades inferiores a 0,20; se conformaron modelos a partir de la exclusión de cada una de las variables en un proceso de pasos hacia atrás según las recomendaciones de Greenland17. Además, fue usada la bondad del ajuste de Hosmer-Lemeshow18, con el fin de evidenciar la significancia del mejor modelo a partir de valores de p>0,10.

 

 

RESULTADOS

 

De las 220 mujeres afro descendientes participantes, la gran mayoría se encontraban en etapa de adultez joven (20 a 44 años), con una media de 36 años (DE=8); presentaban bajo nivel de escolaridad y más de la mitad vivían en unión libre con su pareja. Eran amas de casa cuyas familias cuentan con ingresos mensuales menores a un Salario Mínimo Mensual Legal Vigente (SMMLV) para satisfacer necesidades básicas (menos de 585.000 pesos colombianos) y el 46,8 % llevan más de 10 años conviviendo con su pareja (tabla 1).

 

 

Cuarenta y cinco mujeres (20,4 %, IC95 %: 15,1-25,7) refieren estar sufriendo violencia durante el último mes. El tipo de abuso que más se presentó, según el cuestionario NorAQ, fue el abuso emocional (tabla 2). Con respecto al abuso físico, la zona del cuerpo más afectada fue la cara (8,2 %; IC95 %: 4,5-11) y la principal persona agresora corresponde al esposo (75 % IC95 %: 60-89); entre el 4 y 18 % de las mujeres alguna vez se les ha prohibido trabajar, estudiar y se les han controlado actos como llamadas telefónicas, visitas a las amigas o vecinos (2,7 %; IC95 %: 0,5-4,8).

 

 

Al indagar por la presencia de factores de riesgo de violencia (tabla 3), se hallaron que los esposos presentaban antecedentes de depresión y enfermedades mentales, antecedentes de violencia en la familia de origen, baja escolaridad y consumo de alcohol; por otro lado se encontró ausencia de recreación, dependencia económica de las mujeres y disfuncionalidad familiar.

 

 

En relación a los conocimientos que presentan las mujeres con respecto al tema, la gran mayoría ha recibido información sobre el manejo de la violencia, y con respecto a las actitudes ante este comportamiento, declaran que buscarían ayuda de un familiar y denunciarían los casos de violencia. En cuanto a las prácticas realizadas frente a estos casos de violencia, se aprecia que lo primero que hacen es informar a un amigo cercano o familiar, pero no denuncian los casos ante las autoridades legales por miedo, y reportan los celos como la principal causa de los actos violentos (tabla 4). Dentro de los mitos encontrados, la gran mayoría consideran que las mujeres son permisivas hacia los actos violentos.

 

 

 

Por otro lado, el hecho de estar casado/a, los ingresos familiares menores a un salario mínimo, la sobrecarga laboral de las mujeres, el consumo de alcohol del esposo, la falta de recreación y la disfuncionalidad familiar se mostraron asociados con la presencia de violencia intrafamiliar en el análisis univariante (tabla 5); pero al realizar el análisis multivariable, el modelo que mejor explica la presencia de violencia hacia la mujer incluye los siguientes factores: estado civil, falta de recreación de la familia y consumo de alcohol (c2: 22,26; p=0,0001) (tabla 5).

 

 

 

DISCUSIÓN

 

Este estudio es el primero en su género que se realiza en poblaciones afro descendientes de la ciudad de Cartagena. Su diseño fue concebido de acuerdo a la actual necesidad del país para contar con líneas de base sólidas que permitan tomar decisiones en cuanto a la prevalencia del maltrato hacia la mujer y sus posibles factores de riesgo. Aunque con el presente diseño transversal no es posible establecer causalidad con algunos factores, por la falta de temporalidad, especialmente en aquellos que cambian con el tiempo, los hallazgos obtenidos se pueden considerar una aproximación a la asociación y permiten explorar tendencias en este aspecto. Otra limitación del presente estudio se debe posiblemente al subregistro que se  presenta con el uso de estos instrumentos de papel, los cuales, por la naturaleza íntima de la información, ya sea por vergüenza o por temor, pueden incluir algunos sesgos, que son imposibles de controlar en el análisis. A pesar de esto, aspectos de fortaleza como el tamaño de la muestra y la estandarización y validación previa de los cuestionarios permiten afianzar la validez de los hallazgos y lograr importantes interpretaciones a la luz de las exploraciones realizadas.

 

Según los resultados del presente estudio, las mujeres, principales cuidadoras en la comunidad de Tierra Baja, experimentan con frecuencia episodios de violencia, confirmando este fenómeno social en la ciudad de Cartagena, aunque con cifras un poco más bajas que las reportadas en Colombia a nivel nacional6. Este fenómeno estuvo asociado principalmente a la falta de recreación de la familia y al consumo de alcohol por parte de la pareja, datos similares a los encontrados por Tuesca y Borda, en 2003, en Barranquilla, Colombia19. La convivencia familiar genera muchas tensiones en la pareja, ubicando al hogar como el escenario donde la mujer puede verse más expuesta a situaciones de violencia. Muchas de las mujeres de Tierra Baja son amas de casa exclusivamente, dedicadas al cuidado de los niños, lo que junto a la dependencia económica y a la falta de recreación en la familia, genera un ambiente rutinario, tenso, cargado de estrés acumulativo, que  predispone a la pareja a situaciones de conflictos y a los niños a sufrir maltrato infantil. Un estudio cualitativo realizado en México por Miranda20, y otros estudios publicados por Martínez21 en Cartagena y Gil22 en Cuba, reportan que las mujeres amas de casa sufren mayor tipo de violencia que aquellas que además trabajan fuera del hogar, aunque resulta contrario a las encuestas nacionales de Nicaragua, donde no se halló asociación significativa entre la ocupación de las mujeres y la violencia23. La vida de la mujer cuidadora se condiciona por su papel. El 68 % de las cuidadoras percibe que su trabajo en la casa afecta de manera importante la salud, su vida social y personal, informando que a menudo se encuentran cansadas, deprimidas y que se han visto obligadas a disminuir su tiempo de descanso24-26.

 

La población de Tierra Baja se considera una comunidad vulnerable, con habitantes afrodescendientes, que reflejan una ausencia de organización comunitaria, acompañada de una escasa infraestructura física para desarrollar actividades deportivas o de recreo, lo que conlleva a un uso no óptimo del tiempo libre, predispone al consumo de sustancias psicoactivas, fundamentalmente alcohol, y a la aparición de actos y comportamientos delictivos7. Estos comportamientos propios de algunos cartageneros durante los fines de semana, junto al calor de la ciudad y la extroversión de sus habitantes, han provocado un bajo crecimiento personal en los habitantes de Tierra Baja, en especial en los hombres, desde edades tempranas, que ha propiciado en algunos hogares, ambientes de disputa, reclamos e insultos entre las parejas luego de los efectos del alcohol, según lo estipula el COSED7, comprometiendo también muchas veces la estabilidad emocional y física de los niños en el hogar.

 

El tipo de violencia más presentado fue la violencia psicológica o emocional y la causa principal reportada, fueron los celos, hallazgos similares a los resultados reportados por Gallardo y Sánchez en 2009, que señalan que una de cada diez familias ha dado evidencia de violencia entre sus miembros, específicamente la violencia psicológica27. Por otra parte, se evidenció que la principal persona identificada como agresor fue el esposo, de forma similar al estudio realizado por Martínez en 200921.

 

Según lo reportado por las mujeres del estudio, la gran mayoría de los hombres de esta comunidad presentan patrones de crianza no adecuados, basados en gritos e insultos en sus familias de origen, presentando dificultad en la comunicación y diálogo. Posteriormente, esta educación se perpetúa hasta sus descendientes y facilitaría la aceptación como normal de este comportamiento entre la comunidad. La violencia psicológica, al no dejar huellas visibles inmediatas, conlleva implicaciones más trascendentes, lo que permite que sea de más fácil aparición y permanencia. Pero debe tenerse en cuenta que, por lo general, precede a la violencia física y, por ende, debe ser intervenida a tiempo para evitar daños y secuelas más complejas. Destruir la autoestima de una persona sistemáticamente, mediante órdenes o respuesta utilizando tonos de voz fuertes y violentos, o a través de insultos, humillaciones, ofensas, desprecios, etc., también es una forma de violencia28.

 

A partir de todos los hechos violentos vividos en Colombia, es observada la solución de conflictos a través de la violencia. Dentro de las víctimas, por sus condiciones de vulnerabilidad, se encuentra la mujer; ésta, acompañada de factores de riesgo como la dependencia económica, la baja escolaridad y la poca protección por parte de las entidades del estado, se desvaloriza y adopta una posición “tolerante”, con el ánimo de sobrellevar la dinámica familiar, recayendo el peso de la funcionalidad familiar solo sobre sus hombros, no compartiendo esta responsabilidad con su pareja y facilitándose así la permanencia de la violencia en el hogar. Esto lo confirma la presencia de algunos mitos reportados en este estudio, que visibilizan la aceptación de la violencia como estilo de vida y como manera natural de conducir una relación de pareja.

 

Además, hay que tener en cuenta los antecedentes de violencia que han padecido los afrodescendientes en Cartagena de Indias, que cultivaron en estas comunidades sentimientos de baja autoestima, vulnerabilidad y aceptación del maltrato injustificado28. Las mujeres afrodescendientes, histórica y socialmente, han padecido la vulneración de sus derechos como personas dignas en distintos planos: a nivel personal, cultural, económico, laboral, sexual, reproductivo, y durante siglos han experimentado toda una transgresión e invisibilización de los principios de integridad, libertad y dignidad28. Hoy, en el mundo contemporáneo, se une a esta lista la violencia de género aumentada, profundizada cada día más, por la incapacidad de muchos hombres de entender y aceptar que las mujeres no poseen dueños y que presentan los mismos derechos que ellos21.

 

Por otro lado, a pesar de contar las mujeres con el conocimiento sobre la identificación de actos de violencia, la mayoría desconocen cuáles son los mecanismos que les proporciona la ley para garantizar su protección en caso de ser víctimas de VIF, ya que muchas recurren al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, entidad que protege al menor y la familia, pero realmente la entidad de primera elección en Colombia corresponde a las Comisarías de Familia, por lo que se requiere mejorar la información al respecto29. Lamentablemente, la concepción de muchos de los habitantes de Tierra Baja frente a esta problemática es indiferente, dada la ausencia de figuras colectivas comunitarias que muestren una posición de apoyo a esta problemática. Muchas mujeres no denuncian los casos de VIF, por miedo, coincidiendo con el estudio de Vásquez en 2008, en la ciudad de Barranquilla (Colombia), que concluye que este es el motivo para que no se diera a lugar las medidas necesarias para que las mujeres hicieran valer sus derechos, protección y seguridad en sus hogares30.

 

En Colombia, aún se debe trabajar en fortalecer la red social de apoyo de las mujeres frente a la violencia que las motive a denunciar y les brinde protección y cuidados posteriores a la denuncia, paralelo al trabajo psicosocial que se debe iniciar con ellas, en búsqueda de fortalecer su autoestima y reiniciar su proyecto de vida. La violencia es una realidad que, aunque presente en la vida cotidiana, tiende generalmente a ocultarse por muchas razones, entre ellas, la vergüenza, las amenazas de más actos violentos o de muerte, el miedo a perder la seguridad económica y la de los hijos, la resignación a ese destino, las creencias religiosas y la impunidad, entre otras.

 

En el presente estudio, la población encuestada considera que tras la presentación de estos actos, las víctimas en la mayoría de los casos son los niños, resultado muy similar a las investigaciones ya citadas de Vásquez, que reporta que los más afectados con este hecho son los menores de edad, agredidos ya sea por sus padres o por quien los cuida o por una tercera persona con la aquiescencia de un familiar. Los hogares de estas mujeres presentan disfuncionalidad familiar y la presencia de muchos factores de riesgo hacia la violencia;  si no se logran eliminar o controlar,  estará en riesgo el bienestar de los núcleos familiares. Si se pretende trabajar con el cuidado de la salud general de los niños y de sus madres y se es indiferente a su dinámica familiar, no se dispondrá de un ambiente adecuado que propicie hábitos y conductas saludables a los niños y se desaprovecharan todas las actividades y esfuerzos realizados en la creación y búsqueda de una cultura saludable.

 

Al conocer la actual situación que viven las mujeres, cuidadoras principales de los niños de la población de Tierra Baja, se hace necesario difundir los resultados entre los diferentes actores sociales competentes, con el fin de diseñar intervenciones enfocadas a trabajar aquellos factores de riesgo de violencia que puedan desequilibrar el hogar y ser implementadas simultáneamente a las actividades desarrolladas en torno al cuidado de la salud. Una recomendación puede ser la realización un instrumento que categorice anticipadamente el nivel de riesgo de violencia de una mujer, para su intervención oportuna. Se resalta la utilidad del cuestionario NorAQ en el estudio, al ofrecer una estandarización de los tipos de abuso a presentarse en las mujeres. Es importante concienciar a las mujeres sobre sus capacidades y limitaciones, como un ser capaz de promover cambios sociales importantes en la comunidad y como eje fundamental en el cuidado y desarrollo adecuado de la población infantil.

 

 

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