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Rev Clin Med Fam. Vol. 7. Núm. 3 - 01 de octubre 2014
Artículos Especiales
El maestro sabio o las treinta mil leyes de las cuatro estaciones (última parte)

 

 

 

José Luís Turabián Fernándeza y Benjamín Pérez Francob

 

aTutor de residentes de Medicina Familiar y Comunitaria. Centro de Salud “Santa M.ª de Benquerencia” de Toledo. Unidad Docente Multiprofesional de Atención Familiar y Comunitaria de Toledo.

 

bTutor de residentes de Medicina Familiar y Comunitaria. Centro de Salud “Estación” de Talavera de la Reina. Unidad Docente Multiprofesional de Atención Familiar y Comunitaria de Talavera de la Reina (Toledo).

 


RESUMEN

 

Esta es la última entrega de una serie de cuatro artículos muy especiales sobre la historia del maestro sabio, Gin y Seng, y su aprendiz de nombre cambiante. El maestro es el descubridor de un cierto número de Leyes Docentes Científicas de la Formación de Aprendices que han revolucionado el mundo educativo. Son las leyes que gobiernan el universo de la formación del aprendiz; son inalterables y válidas por sí mismas. Existen desde un tiempo sin comienzo.

 

En una clara alegoría a la formación de los médicos internos residentes, los autores nos van describiendo las etapas por las que pasan los residentes, desde sus inicios titubeantes (primavera) hasta su actuación independiente (invierno), y nos dan las claves de lo que debe ser la labor de tutorización, desarrollando un completo curso de formación para tutores de residentes.

 

Palabras clave: Educación Médica. Tutorización. Docencia. Médico interno residente.

 


ABSTRACT

 

The wise master or the thirty thousand laws of the four seasons (last chapter)

 

This is the last chapter of a series of four very special articles on the story of the wise master, Gin and Seng, and his apprentice with changing name. The master is the discoverer of a certain number of Scientific Teaching Laws for Apprentices Training which have revolutionized the world of education. These are the three rules governing the education of apprentices; they are inalterable and valid by themselves. They have existed from a time with no beginning.

In a clearly allegorical story of the training period of hospital medical residents, the authors describe the different stages that residents go through, from their hesitating start (spring) to their independent performance (winter), while providing the keys to the correct tutoring tasks, creating a complete training course for medical residents tutors.

 

Key words: Medical Education. Tutoring. Teaching. Resident medical intern.

 


 

Capítulo 26. La formación del aprendiz: el invierno

 

El frío, la nieve, el viento, el hielo..., la vejez. El Maestro Gin y Seng observa con su habitual brillo en los ojos, el paisaje blanco. Durante el invierno, el mundo de los seres vivos se vuelve más quieto y calmado. Muchas pequeñas plantas verdes se han marchitado y muerto, dejando sus semillas esparcidas por el suelo. Las semillas se mantendrán inactivas durante todo el invierno y cuando el clima las caliente nuevamente, estarán listas para brotar. Los árboles que habían perdido sus hojas pueden parecer muertos, pero en realidad están vivos. Solo están inactivos, es decir que no crecen activamente, sino que, de cierta manera, están durmiendo hasta que pase el invierno. También algunos animales duermen durante el invierno.

 

«El invierno es el orden, la austeridad de lo esencial –pensó el Maestro Gin y Seng–. Es la muerte aparente, puesto que nada muere, que todo se transforma. Época de canas, el más bello color de los cabellos; es la época de las más dulces arrugas de la piel del sabio, de la máxima madurez de las neuronas cerebrales, la época en que ya mueren o duermen –al fin- las terribles pasiones, los inútiles y efímeros afanes que no tienen casi valor alguno. Es donde el frío manto de las nieves periódicas otorgan la paz al que está preparado para recibir ese máximo fruto, obtenido en el largo camino de las cuatro estaciones».

 

«Para el aprendiz llegó la noche. Tras la serena recapitulación del ocaso muere el día y la oscuridad borra los límites. Silencio. El sol está oculto ahora. ¿Habrás aprendido a calentarte por ti mismo, querido aprendiz?..., –continúa meditando el Maestro Gin y Seng–. ¡Ah el tesoro del invierno! De la fiesta gozosa del verano a la lucidez y fortaleza invernales. El tesoro del invierno es aprender a sacar la energía de tu propio pozo. Encontrar tu fortaleza. Es momento de eliminar los hábitos de vida y pensamiento que limitan y quitan energía. Es momento de disfrutar de lo más íntimo de nosotros mismos. Así, cuando el niño resurja en primavera estaremos preparados para brotar. En el invierno tenemos que ponernos en orden; eso da energía. Ordenarse es vivir en armonía con las leyes de la propia naturaleza y es también poner orden en nuestro interior unificando cuerpo, pensamientos y sentimientos. Pacificar sus conflictos, aceptando que todo en nosotros tiene su lugar y función».

 

El Maestro Gin y Seng está disfrutando del silencio, rodeándose de él, meditando, con los ojos cerrados. Imagina que asciende una montaña que simboliza el espíritu del norte. El esfuerzo de la subida, la voluntad de llegar y lograrlo reflejan su naturaleza superadora. Y en la soledad de la cima, con amplia mirada, podemos reconocer el lugar que ocupamos. Insignificantes y, a la vez, abarcadores de la inmensidad.

 

Y escribe en un papel que luego coloca bien visible en la pared:

 

“Cómo encontrar el tesoro del invierno”. Aplicando las Leyes, por mí descubiertas:

 

La Ley del Mosaico

 

La Ley de la Importancia de las Cosas Pequeñas

 

La Ley del Efecto Grupo

 

La Ley de la Espada Láser

 

El Efecto de las Líneas-Fuerza

 

La Ley del Tándem

 

La Ley de Los Leones Aprenden a Nadar

 

 

Capítulo 27. Ley del Mosaico

 

En aquel concepto que intentaba entender el aprendiz Copo-De-Nieve-Helada con una determinada problemática compleja..., parecía que esta dificultad se escurría para etiquetar y reducir el problema a algo simple.

 

El Maestro Gin y Seng, le dijo más tarde:

 

–Copo-De-Nieve-Helada, debes siempre recordar la ‘Ley del Mosaico’, que por cierto, acabo de descubrir mientras te observaba trabajar.

 

–¿Mosaico? –preguntó inquieto el aprendiz.

 

–¡Así es! Algo que caracteriza a la enseñanza habitual es la parcialización del conocimiento, lo que podíamos llamar la cultura mosaico. Se separan totalmente la Biología, la Psicología, la Sociología, la Economía... Como si fueran campos que no tienen relación. Estas etiquetas producen la interiorización de esa clasificación y de ese estigma, lo que repercute negativamente en el verdadero aprendizaje –explicó el Maestro Gin y Seng.

 

Y escribió en la pizarra, mientras meditaba:

 

El mundo en un grano de polvo estelar

 

 

Capítulo 28. Ley de la Importancia de las Cosas Pequeñas

 

El aprendiz, Tormenta-Terrible-Con-Viento-Frío, acababa de terminar una clase. El problema estudiado no se podía resolver. Tal vez con una intervención casi “heroica” se podría dar vueltas y vueltas al tema, pero sin llegar a resolverlo...

 

–Maestro Gin y Seng –dijo Tormenta-Terrible-Con-Viento-Frío–, es duro ver que no puedes hacer nada, nada, nada, ¿no? Tal vez si tuviera alguna gran idea sobre este asunto...

 

–Cierto, querido aprendiz, pero recuerda la ‘Ley de la Importancia de las Cosas Pequeñas’, la última ley descubierta por mí.

 

–¿Qué dice esa Ley? –preguntó Tormenta-Terrible-Con-Viento-Frío.

 

–La primera norma es no tomarte demasiado en serio tus grandes ideas y sí las pequeñas cosas que puedes hacer para mejorar tu entorno y tu aprendizaje –dijo el Maestro Gin y Seng–. También puedes hacer cosas grandes. Nadie puede cambiar el mundo ni salvar a la Humanidad, pero todos podemos plantar unas rosas en un balcón donde alegren a cualquiera que pase por allí. Las rosas son importantes, porque nos alegran la vista cada día.

 

El Maestro Gin y Seng meditaba... «El buen estratega convierte las cosas pequeñas en grandes». Y escribió en su pizarra:

 

Se construye un gran Buda a partir de un modelo de un pie de alto

 

 

Capítulo 29. Ley del Efecto Grupo

 

Semilla-Que-Quedó-Esparcida-Por-El-Suelo-Al-Marchitarse-Su-Planta, el aprendiz, le insistía al Maestro Gin y Seng que quería formarse más en ciertas áreas, como en los efectos de los rayos gamma y la biología de las plantas mágicas. El Maestro Gin y Seng intentó explicar algo de los rayos gamma y de las plantas mágicas en la consulta, temas que él no impartía habitualmente. Pero, durante este trabajo docente con su pupilo, el Maestro, que era muy observador, se dio cuenta de que con alguna frecuencia se encontraba incómodo al notar que no dominaba determinado concepto o tema o cierta técnica..., bien por no ser áreas de su especial interés personal o por carecer de formación o experiencia, como las que le pidió el aprendiz.

 

El Maestro Gin y Seng se daba cuenta de que esto no suponía un problema para su propio desarrollo, ni para el aprendizaje de la mayoría de estudiantes, pero sí podía ser un problema para la formación de Semilla-Que-Quedó-Esparcida-Por-El-Suelo-Al-Marchitarse-Su-Planta, así que le dijo:

 

–¡Acabo de descubrir la ‘Ley del Efecto Grupo’!

 

–Vale –contestó un poco secamente Semilla-Que-Quedó-Esparcida-Por-El-Suelo-Al-Marchitarse-Su-Planta.

 

–Los miembros de un grupo en condiciones de actividad conjunta –explicó el maestro– tienen más probabilidades de solucionar problemas, en particular los que requieren un enfoque creador, que cualquier miembro aislado, incluso en el caso de los más capacitados. El grupo es más creativo, el grupo, a diferencia del sujeto que trabaja de manera individual en la búsqueda de una solución, repite muy pocas veces una misma variante incorrecta, pues se provoca la reacción consciente de los miembros del grupo. Ya, K. Lewin, a mediados del siglo XX, explicó la ventaja indiscutible de la discusión de grupo y de las decisiones colectivas, debido al grado de implicación, a facilitar cambios de actitudes y comportamientos, a que se formulan las preguntas en sus propias perspectivas, en función de sus propias preocupaciones, y con su lenguaje.

 

–Además, referido a tu formación, no estamos solos tú y yo, sino que los distintos colegas hechiceros docentes del centro tienen puntos fuertes que nos pueden facilitar el trabajo de aprendizaje. Los recursos formativos conjuntos son mucho mayores que los que dispone cada Maestro individualmente –concluyó el Maestro Gin y Seng.

 

Y mientras meditaba, el Maestro Gin y Seng escribió en su pizarra:

 

Si proyectas amor en el entorno grupal, regresa amor de forma amplificada

 

 

Capítulo 30. Ley de la Espada Láser

 

–Estimado Árbol-Sin-Hojas (este era el aspecto del aprendiz ahora) –le dijo el Maestro Gin y Seng–, estás acercándote al final de tu formación, así que te voy a dejar solo en la clase para que comiences tu autoaprendizaje durante un cierto período de tiempo.

 

–¿Pero por alguna ley especial? –inquirió Árbol-Sin-Hojas.

 

–Sí, en base a la ‘Ley de la Espada Láser’ por mi descubierta –contestó el Maestro–. Durante 25.000 años los Caballeros Jedi fueron los guardianes de la Paz y la Justicia a lo largo de la Galaxia siendo su arma personal, el sable láser, lo que les distinguía del común de los mortales.

 

–Pero, ¿qué es exactamente un sable de luz? –se preguntó en voz alta el Maestro Gin y Seng, y continuó–. La espada láser es el arma de todo caballero Jedi. No es tan abyecta como las armas de fuego. Un arma noble para tiempos mejores. La construcción del sable supone también la culminación del aprendizaje Jedi, aunque el camino hasta el control total de la Fuerza es aún largo y angosto.

 

–Cuando vea que has construido un nuevo sable láser tus habilidades estarán completadas. Es la fase final del entrenamiento de un Aprendiz antes de convertirse en Caballero. Los materiales básicos de un Sable de Luz son pocos y muy corrientes, pero la construcción es una obra de artesanía y sus secretos solo son transmitidos de Maestro Jedi a alumno Jedi –explicó el Maestro Gin y Seng a Árbol-Sin-Hojas.

 

–A ver si lo entiendo… ¿realizar solo el trabajo de aprender durante un tiempo es como construir mi sable láser? –preguntó Árbol-Sin-Hojas, y añadió riendo– ¡Es mi trabajo fin de carrera!

 

–Veo que estás aprendiendo bien –contestó el Maestro–. Es la evaluación final, Árbol-Sin-Hojas.

 

Y el Maestro Gin y Seng anotó en la pizarra:

 

Al final, cada uno pierde su combate de la vida.

La máxima victoria es la que se obtiene sobre uno mismo.

 

 

Capítulo 31. Efecto de las Líneas-Fuerza

 

Desde hacía varias semanas, el Maestro Gin y Seng y su aprendiz, ahora un viejo canoso, estaban comentando lo rápidamente que se había pasado el tiempo, de forma que quedaba muy poco ya para que Viejo-Canoso terminara su formación.

 

El Maestro Gin y Seng le preguntó a Viejo-Canoso:

 

–¿Cuáles crees que son tus líneas-fuerza? Es tiempo de evaluar nuestras direcciones pasadas y futuras.

 

–¿Líneas-fuerza? –repitió Viejo-Canoso.

 

–Sí, las líneas del campo magnético se deben a Michael Faraday (1791-1867) que las denominó ‘líneas de fuerza’. Faraday fue uno de los grandes descubridores de la electricidad y del magnetismo, formulador de los principios mediante los que trabajan los generadores y los transformadores eléctricos, así como de las bases de la electroquímica –explicó el Maestro Gin y Seng–. Además, Faraday fue aprendiz de un encuadernador y a menudo leía los libros que traían a reencuadernar. Afortunadamente para la ciencia, uno de esos libros fue el volumen de la Encyclopaedia Britannica con el artículo sobre la ”electricidad”. Su interés -su línea-fuerza- lo condujo hacia las conferencias populares dadas por Humphry Davy, un gran químico británico, y cuando Davy necesitó un ayudante, Faraday obtuvo el trabajo con la fuerza de las notas que tomó de las conferencias. Y siguió una perdurable carrera en física y química, con grandes logros.

 

–Actualmente, la mayoría de los científicos ven las líneas-fuerza como abstracciones intangibles, útiles solo para describir los campos magnéticos. Sin embargo, representan algo más: las direcciones de nuestra energía, hacia donde nos lleva una y otra vez nuestra energía interior –concluyó el Maestro Gin y Seng.

 

Y comenzó a meditar... «el espíritu es una especie de energía inmaterial que crea campos magnéticos a su alrededor». Y el Maestro Gin y Seng lo escribió en la pizarra.

 

 

Capítulo 32. Ley del Tándem

 

–¿Y cómo haré para seguir aprendiendo al terminar aquí mi formación?” –preguntó un frío día de invierno Noche-Silenciosa, el aprendiz.

 

–¿Cómo lo has hecho hasta ahora? –dijo el Maestro Gin y Seng.

 

–Pues... conversando juntos, dialogando y discutiendo juntos..., siendo escuchado y alentado a reflexionar...

 

–¡Perfecto! –exclamó el Maestro–. Has descubierto la ‘Ley del Tándem’.

 

–Muchas grandes empresas las crearon personajes que trabajaban “en pareja”, en equipo... de dos. Bill Gates y Paul Allen en Microsoft, etc. Mejor, de dos en dos: las parejas de cine de toda la vida... Hay parejas de escritores famosos cuya obra crecía por su interacción: Schelley-Mary, Nietzsche-Lou Andreas Salomé, Galdós-Pardo Bazán, Ramón Gómez de la Serna-Carmen Burgos, Sartre-Simone de Beauvoir... Hay multitud de historias reales de co-tutorización entre grandes científicos: Pauli y Jung, Freud y su amigo más íntimo, el especialista berlinés Wilhelm Fliess, etc. –concluyó el Maestro Gin y Seng.

 

El Maestro Gin y Seng comenzó a meditar: «El aprendiz debe pensar sobre las enseñanzas del Maestro como lo haría un viajero sobre sus guías que le llevan por países desconocidos. O como lo haría un granjero sobre el agua que revitaliza las cosechas». Y continuó pensando...: «si el profesor tiene un nivel inferior al del alumno, este degenera».

 

Y escribió en su pizarra:

 

Hay que tener profesores con más nivel que uno mismo

 

 

Capítulo 33. La Ley de los Leones aprenden a nadar

 

–¿Y cómo haré para aprender por mí mismo? –dijo Superficie-Congelada-Del-Agua-Del-Lago. Creo que me acostumbré a aprender aquí, con usted, Maestro Gin y Seng.

 

–¡La ‘Ley de los Leones aprenden a nadar’! –repuso inmediatamente el Maestro.

 

–¿Cómo es eso? –preguntó Superficie-Congelada-Del-Agua-Del-Lago.

 

–Los grandes felinos se han visto obligados, en algunas zonas de África, a desarrollar habilidades contrarias a sus costumbres naturales para atrapar unas presas menos vulnerables en el agua que en la tierra... –explicó el Maestro Gin y Seng, y continuó–. Se trata de lograr el autoaprendizaje. El proceso mediante el cual una persona puede aprender por sí sola. En un sentido, todos somos autónomos al aprender algo. Cada estudiante en la clase tiene que aprender por sí mismo. Los maestros ayudan a sus estudiantes a aprender presentándoles temas y dándoles las oportunidades adecuadas así como opciones de revisión y trabajo en casa pero los maestros no pueden aprender por sus estudiantes.

 

–¿Y cómo lo hago, Maestro Gin y Seng?

 

–La sombra del maestro congela la sonrisa del discípulo. No te fíes de los expertos. ¡No te fíes de mí! Los expertos dijeron una vez que para llevar un cohete a la luna éste tendría que pesar un millón de toneladas. Los expertos calcularon hace tiempo que el mercado total de ordenadores a escala mundial sería únicamente de ocho máquinas. Los expertos una vez dijeron que el teléfono no sería nada más que un juguete electrónico. Lo que ilustran estas anécdotas es que los expertos son expertos en lo que ha sido, pero no en lo que puede ser. Los expertos son extraordinariamente útiles, pero no pospongas una idea nueva por el juicio de un experto…

 

–Querida Superficie-Congelada-Del-Agua-Del-Lago, tienes que aprender cómo se aprende. Esto es analizar el propio proceso de aprendizaje, y en una perpetua evaluación y reforma: reflexionar, actuar y ser sensible al contenido y dinámica de la vida. Esto no se aprende en los libros de texto, ni rápidamente. El estudiante va aprendiendo a mejorar sus habilidades a lo largo de muchos años: desarrollando su capacidad de introspección y sensibilidad. –Y continuó el Maestro Gin y Seng–: Aprendiendo sobre el aprendizaje es el aprendizaje sobre los contextos en los cuales se aprende. Es cuando somos capaces de identificar cuándo y cómo aprendemos y cuándo y cómo no aprendemos, y entonces buscar adaptaciones en consecuencia. Así vamos construyendo en nuestra experiencia nuevas estrategias de aprendizaje.

 

–O sea, tenemos que ser capaces de auto-observar de forma crítica nuestras intervenciones, haciendo conscientes cuáles son sus efectos y su coherencia. ¿Qué hago?, ¿por qué lo hago?, ¿cómo lo hago?, ¿qué recursos necesitaría para mejorar lo que hago?, ¿cuáles son mis límites?, ¿qué satisfacción me provoca lo que hago?, etc. –concluyó el Maestro.

 

Y comenzó a meditar...: «Las cosas no se aprenden hasta que uno mismo, sin profesores, intenta afrontar sus retos. Rabindranath Tagore ya lo dijo... ».

 

Y escribió en su pizarra:

 

Engarza en oro las alas del pájaro y nunca más volará al cielo

 

Y también:

 

Sed lámparas para vosotros mismos

 

 

Capítulo 34. Y otra vez la primavera... La Ley del almendro que florece en una noche fría de febrero

 

Y otra vez la primavera... Ya decía J.W. Goethe, que “todo placer por la vida se basa en un retorno regular de las cosas externas: los cambios del día a la noche, de las estaciones, de las flores y frutos y de cualquier otra cosa que nos salga al encuentro de época en época para que podamos y debamos disfrutarlas. Son en realidad los resortes que activan la vida terrenal. Cuanto más abiertos estamos para estos placeres, más felices nos sentimos; pero si la diversidad de estas manifestaciones gira incesantemente ante nuestros ojos sin que participemos de ellas, si no nos mostramos receptivos a tan benignos ofrecimientos, entonces irrumpe la más grave enfermedad: vemos la propia vida como una carga repugnante” –declamaba el Maestro Gin y Seng con su habitual brillo en los ojos, mientras observa por la ventana de su habitación los almendros del patio y espera la llegada de su nuevo aprendiz.

 

«Tan seguro como que la tierra gira sobre su órbita alrededor del sol, la primavera llega nuevamente. El clima se calienta, la savia de los árboles aumenta, brotan las semillas, los animales despiertan tras su larga hibernación, y el ciclo de la vida sobre la tierra empieza de nuevo. Nuevas primaveras vendrán a lanzar sus espíritus y almas, sus esperanzas, sus fuerzas vitales y creadoras..., hacia ese infinito final» –medita el Maestro Gin y Seng.

 

-¡Eureka! –grita en un momento determinado–. He descubierto la ‘Ley del almendro que florece en una noche fría de febrero’. ¡Si es que no paro...! De repente, en la noche más fría de febrero, florecen los almendros... ¡Cómo no habré caído!

 

El Maestro Gin y Seng volvió a meditar..., como ausente, con su viva mirada concentrada en un punto lejano: «La vida es un proceso cambiante no fijo. La vida se guía por la comprensión e interpretación cambiante de mi experiencia, y es siempre un proceso “de llegar a ser”. Es un aprendizaje significativo, un descubrimiento. ¡Ahá!, un descubrimiento que te golpea de pronto. En una situación de ausencia de temor al propio “Yo” y de ausencia de temores por los juicios o sentimientos de otros (lo que piensan otros actores que debería hacerse, lo que la cultura desea que se haga,…). La persona puede examinar determinados aspectos de su experiencia tal como ella la siente, sin distorsionarla para que encaje en conceptos previos de su persona. Así se pasa de una posición de “Yo soy una cosa y mi experiencia otra distinta”, a otra de “Quizás mi persona contiene contradicciones..., ¿qué quiere decir esto para mí?, ¿cómo experimento esto?, ¿qué significados tiene para mí?” Así se hace posible una toma de conciencia integral de la experiencia personal, disminuyendo o desapareciendo las distorsiones, llegando a ser».

 

«La persona va progresivamente sintiendo que el lugar de control de la evaluación está en ella misma. Cada vez va dejando progresivamente de interesarse por la aprobación o desaprobación de los otros sobre sus propios criterios, decisiones y alternativas. La persona llega a ser más un proceso que un producto. Al principio la persona puede querer conseguir algún objetivo fijo: desea llegar a un punto donde sus problemas estén resueltos… Pero, al final toma conciencia de que su desarrollo es un proceso continuo, no un producto final».

 

«Eso quiere decir que la persona es un proceso fluido, no una entidad estática; la corriente cambiante de un río, no un bloque de cemento; un cambio continuo de potencialidades, no una cantidad fija de riesgos. El paso constante de las Cuatro Estaciones siempre distintas».

 

«Tantas y tantas enseñanzas..., treinta mil Leyes..., treinta mil enseñanzas... –pensó el Maestro–. Bueno, esta cantidad no debe ser considerada literalmente, sino metafóricamente, e indica la gran variedad y cantidad de mis enseñanzas... ».

 

Y escribió en su pizarra, ¡que estaba ya llena de frases!:

 

Eres un peregrino de tu personal sendero.

 

Lo que os enseñé es comparable a estas hojas que tengo en mi mano.

 

Lo que no os enseñé es comparable a todas las hojas del bosque.

 

 

 

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